Mamá, mamá, papá ya no viene. Desde hace unos días lo noté distante, pero hoy ha dejado definitivamente de venir. Y los gritos no paran. Ya no solo los del bosque. También los de mi cabeza.
Mamá, tengo miedo. ¿Podrías visitarme tu también? El aire del bosque trae un aroma familiar a la par que desagradable. El resto de los niños ya no me visita, y cuando veo a alguno salen corriendo de mi.
¿Que he hecho?, si siempre que nos veíamos les dejaba tocarme, y parecían contentos por eso. Pero ahora no quieren ni tocarme.
A partir de aquí la letra cambia, se vuelve mas oscura, y se empieza a notar que escribe con menos fluidez.
Mamá. Quiero comérmelos. Huelo su sangre a metros de distancia. Quiero devorarlos. Pero no quiero hacerles daño tampoco. Pero huelen genial.. Seguro que están muy sabrosos... ¿Les podré morder solo un poquito? Espero que no se enfaden por eso.
La nota ya deja de estar escrita con tinta, y se empiezan a notar unas trazas rojizas en lugar de la negra de la tinta. La escritura es más caótica.
Hoy he decidido quemarlos todos. Su carne ya no me sacia, y el hambre que siento solo va en aumento. No quiero jugar más con sus cuerpos. Me miran. No dejan de mirarme. Al menos los quemaré y no podré verlos ni sentiré la tentación de comer. Iré a buscar a papá a las grutas. El hará que todo mejore. Seguro que lo hará.
La nota está salpicada al final con varias gotas rojas.